«El británico del ‘selfie del secuestro’ regresa para afrontar la ira de su madre”: selfies, pánico moral y medios de comunicación.

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El título de esta entrada reproduce el de un artículo de The Guardian a propósito de la sorprendente noticia que salto a las primeras páginas de los medios de comunicación hace unas semanas: un pasajero de un avión secuestrado en Egipto se hace un selfie con el secuestrador, poco antes que se descubriera que la bomba adosada al cuerpo del secuestrador era falsa y el incidente se resolviera, afortunadamente, sin violencia ni víctimas. Todo cuando todavía resonaba el eco de los últimos atentados terroristas en Europa y Oriente Medio. ¿Por qué esta noticia anecdótica y este titular paternalista fue relevante?

En primer lugar, revela detalles de una situación extrema  (un secuestro, visto desde dentro). Y con la tranquilidad de saber de su final feliz, nos permite mostrar un momento lindando con lo absurdo, con el desahogo del humor. Pero a la vez conecta con una línea de cuestionamiento moral asociada al selfie: el selfie como acto de inmadurez narcisista e irresponsable. Y en este caso se da la circunstancia que la foto del pasajero, Ben Innes, no es ni tan solo un selfie, ya que fue una tercera persona quien tomó la foto. De hecho fue un miembro de la tripulación quien, como recoge una grabación en vídeo realizada por otro pasajero, fue quien sugirió a Innes que se hiciera una foto con el secuestrador; en conjunto es sin duda una cadena de hechos desconcertante, pero a la vez, quizás, con su propia lógica interna en un contexto emocionalmente tan límite como el de un secuestro. Pero estos detalles obviados por muchos medios: el relato asociado al selfie permite apuntar sin mucho esfuerzo a un comportamiento desviado, egocéntrico y narcisista, propio de las redes sociales, un ‘signo de los tiempos’ como declaró un especialista en seguridad al ‘prestigioso’ diario The Sun.

 

Se puede afirmar que los medios de comunicación acumulan  una larga trayectoria de relatos de accidentes, muertes, comportamientos patológicos o simplemente criticables debidos a la ‘moda’ del selfie, como un reflejo que permite  señalar comportamientos inadecuados de ‘otros’ asociados a las nuevas tecnologías y en particular los social media. Solo como ejemplo, reproduzco el autoexplicativo titular del más reciente artículo que me he encontrado: «El número de heridos por ataques de bisontes en Yellowstone crece a causa de los ‘selfies’”. Si bien el titular puede tener cierta base dada la territorialidad de estos animales, también es cierto que, cuando se entra en detalle, se observa cómo los números totales de accidentes siguen siendo mínimos en relación al conjunto de visitantes (se menciona que se ha pasado de uno o dos heridos por año a cinco), y que se toma como referencia un único verano. Leyendo más a fondo el cuerpo de la noticia se matiza que uno de los cinco heridos fue de hecho un empleado y que solo dos de los heridos parece ser que sí se estaban haciendo un selfie (de hecho lo que se dice es que estaban ‘de espaldas al animal’). En este caso, sin obviar que con toda probabilidad algunos visitantes tomaron opciones con escaso sentido común para llevarse un recuerdo de un momento único, se sobredimensiona el papel causal del selfie en el incremento de accidentes, eso sí, generando un titular atractivo. Como en el caso de Ben Innes, para desesperación de su mamá.

 

Este es un ejemplo de la paradoja del selfie como fenómeno sintomático de una supuesta decadencia cultural, y a la vez práctica continuamente presente en nuestra vida, conectando con una larga tradición que nos lleva no solo al retrato sino también a los microrelatos, en esta ocasión visuales, que se erigen formas de narrar y archivar nuestra vida cotidiana (“yo estuve allí”, “estoy ahora mismo con tal persona”, “así me siento hoy”, “esto estoy haciendo”, “ este es mi aspecto ahora mismo”…). Uno de los objetivos de nuestro proyecto de investigación es precisamente entender desde esta perspectiva el selfie, en el marco del contexto de las narrativas personales, que conforman relatos individuales pero también relatos colectivos (con otros que «estuvieron también allí», que quieren expresar sentimientos similares…). Relatos colectivos que nos retan a combinar el trabajo etnográfico con el análisis cuantitativo a partir de la masiva generación de datos dinámicos propia de las redes sociales. Por eso la combinación de etnografía y análisis de Big Data resultan para nosotros imprescindible. Y sin olvidar, en el marco del proyecto, el problema de la propia percepción del selfie en los medios de comunicación. Porque a pesar de todos los titulares, Pauline Innes, madre de Ben, lo tiene  claro, “todo lo que podemos decir es que, claramente, la foto no es un selfie como todo el mundo ha ido describiendo.»

http://www.theguardian.com
http://www.theguardian.com
http://petapixel.com
http://www.20minutos.es

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